martes, 8 de mayo de 2018

Las voces interactivas del hipertexto

Las voces interactivas del hipertexto


 Al intentar imaginar la experiencia de leer y escribir en esta nueva forma de texto, convendría prestar atención a lo que Mikhail Bakhtin ha escrito acerca de la novela dialogística, polifónica, con una multiplicidad de voces, que según él «está construida, no como el conjunto de una única conciencia que absorbiese en sí misma como objetos las otras conciencias, sino como un conjunto formado por la interacción de varias conciencias, sin que ninguna de ellas se convierta del todo en objeto de otra».

La descripción de Bakhtin de la forma literaria polifónica presenta las novelas de Dostoievsky como una ficción hipertextual en la que las voces individuales asumen la forma de lexias. Si bien Derrida ilumina la hipertextualidad desde el punto de vista del «pedazo» o «bocado», Bakhtin lo hace desde el punto de vista de su propia vida y fuerza, su encarnación o ejemplificación de una voz, de una opinión, de una conversación de Rorty. Así, según Bakhtin, «en la novela en sí, las "terceras personas" no participantes no son representadas de ningún modo. No hay lugar para ellas, ni en la composición ni en el sentido más amplio de la obra».
 En términos de hipertextualidad, ello apunta a una calidad importante de este medio de información: el hipertexto no permite una única voz tiránica. Más bien, la voz siempre es la que emana de la experiencia combinada del enfoque del momento, de la lexia que uno está leyendo y de la narrativa en perpetua formación según el propio trayecto de lectura. El hipertexto y el descentrar A medida que el lector se mueve por una red de textos, desplaza constantemente el centro, y por lo tanto el enfoque o principio organizador de su investigación y experiencia. En otras palabras, el hipertexto proporciona un sistema que puede centrarse una y otra vez y cuyo centro de atención provisional depende del lector, que se convierte así en un verdadero lector activo, en un sentido nuevo de la palabra. Una de las características fundamentales del hipertexto es estar compuesto de cuerpos de textos conectados, aunque sin eje primario de organización. En otras palabras, el metatexto o conjunto de documentos, el ente que se conoce como libro, obra o texto en el campo de la imprenta, carece de centro. Aunque esta ausencia de centro pueda crear problemas al lector y al escritor, también significa que cualquier usuario del hipertexto hace de sus intereses propios el eje organizador (o centro) de su investigación del momento.

El hipertexto se experimenta como un sistema que se puede descentrar y recentrar hasta el infinito, en parte porque transforma cualquier documento que tenga más de un nexo en un centro pasajero, en un directorio con el que orientarse y decidir adónde ir a continuación. La cultura occidental imaginó estas entradas casi mágicas a una realidad en forma de red mucho antes de la aparición de las tecnologías informáticas. La tipología bíblica, que tan importante papel desempeñó en la cultura inglesa en los siglos XVII y XIX, concebía la historia en forma de tipos y sombras de Cristo y de la providencia divina. Así, Moisés, que existe por sí mismo, también existe como Cristo, quien cumple y completa el significado del profeta. Como lo demuestran innumerables sermones, octavillas y comentarios del siglo XVII y de la época victoriana, cualquier persona, acontecimiento o fenómeno servía de ventana mágica en la compleja semiótica de los designios divinos para la salvación del hombre. Al igual que el tipo bíblico, que permite a los acontecimientos y fenómenos significativos participar simultáneamente de varias realidades o niveles de realidad, la lexia individual aporta irremediablemente un camino en la red de conexiones.

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